Reflexión sobre traducción

Reflexión sobre traducción

En el portal de las universidades mexicanas (universia.net.mx) hemos encontrado un artículo sobre traducción que nos ha parecido interesante.
Al principio del texto el autor se pregunta «de quién es la responsabilidad cuando las traducciones no son fieles ni representan lo que el autor quiso decir».

«En una primera instancia, podemos señalar a la editorial. El mercado exige que las obras sean publicadas en un determinado lapso y las editoriales, para cumplir con sus cronogramas y lanzar el libro a tiempo, pasan por alto algunos requerimientos como el tiempo que necesita una buena traducción».

El artículo se centra en la traducción literaria, pero el concepto se puede extender a cualquier tipo de documento. Las prisas nunca son buenas, y aunque tampoco queremos trabajar sin plazos (somos conscientes del mundo en el que vivimos), también sabemos que no se pueden aplicar normas de producción en cadena a un trabajo intelectual.

«Otras veces, para ahorrar costos, los editores contratan jóvenes traductores que no cuentan con la suficiente experiencia para enfrentar determinado texto. Éste, como menciona Andrés Capelan en su blog, es un problema de dos caras: la editorial debe hacerse responsable por el poco cuidado en el proceso de la obra y el traductor debe asumir que quizá haya sido un error aceptar un trabajo para el que no estaba preparado».

Totalmente de acuerdo, si aceptamos un trabajo sin estar seguros de nuestra preparación al respecto, la culpa también es nuestra. Habría que intentar formar a los traductores con poca experiencia en vez de usarlos como mano de obra barata, ya que al final lo que de verdad se abarata es la calidad y nadie queda satisfecho.

«La traducción es un trabajo de compromiso con el autor, con el idioma y sobre todo, con el público lector. Este será quien tenga la última palabra sobre la legitimidad de la traducción: leerá y analizará el texto desde diferentes perspectivas y terminará por concluir si la traducción es buena o no […]. Bajo esta perspectiva, se ve al lector como un juez del traductor, pero no debemos olvidar que el traductor es el conector fundamental entre la obra y el lector, por lo que este último tendrá más para agradecer que para protestar».

Bueno, en verdad hay manuales de instrucciones de pequeños electrodomésticos que no inducen a muchos agradecimientos hacia el traductor (ni hacia el fabricante)… pero nos quedamos con la función de conexión entre obra y público, ese papel de intermediarios del lenguaje que da sentido a nuestra profesión.

Fuente: noticias.universia.net.mx