La beca Erasmus sigue dando que hablar, ahora porque el Ministerio de Educación ha declarado exigir un nivel de idioma B2 o equivalente para acceder a las diez mil becas del programa Erasmus+. Se trata de un programa nuevo financiado por el Gobierno, que «se centra en el aprendizaje formal e informal más allá de las fronteras de la UE, con una clara vocación de internacionalización abriéndose a terceros países con el objetivo de mejorar las capacidades educativas y formativas de las personas para la empleabilidad de estudiantes, profesorado y trabajadores.»

El requerimiento de un nivel B2 ha suscitado objeciones y críticas, sobre todo entre las asociaciones de estudiantes, las cuales sostienen que «esta medida penalizará a los que no puedan pagarse una formación en idiomas de su bolsillo, ya que un alumno de Bachillerato sale con un nivel B1 si no se ha formado por su cuenta.»

En nuestra humilde opinión, en esta última frase está la clave: exigir el nivel B2 podría ser algo normal e incluso deseable en otras circunstancias, de hecho creemos que sería fantástico que los chicos y chicas que se van de Erasmus saliesen de España con ese nivel del idioma del país que les va a acoger, pero, considerando la formación que imparte la escuela pública, la medida nos parece bastante hipócrita por parte del Ministerio de Educación.
Acaso no se han dado cuenta, en las altas esferas, ¿de que en muchos casos la formación en idiomas extranjeros de la enseñanza pública (y a veces hasta de la privada) es lamentable? Y no queremos arremeter contra los profesores, porque muchos son muy buenos profesionales, pero están obligados a trabajar a las órdenes de un Ministerio que no ve (o, mejor dicho, prefiere hacerse el despistado) que el estudio de un idioma va más allá de cuatro horas semanales de gramática y literatura. Sabemos lo que significa y cuesta aprender un idioma y mantenerlo; lo hemos dicho muchas veces: los idiomas no son muy agradecidos, no se aprenden de una vez por todas, necesitan atención y práctica constante. Hay que meterse lo más posible en el idioma y en la cultura que se está estudiando, y dedicarles mucho tiempo y cariño.

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En vez de ser más exigentes en los parámetros necesarios para acceder a estas becas (método que evidentemente viene bien para enmascarar la reducción de la inversión en educación) ¿por qué nadie intenta reformular la enseñanza de idiomas para que sea más efectiva? ¿Por qué no quitarle ya ese manto casposo y crear algo dinámico, que refleje el movimiento y la energía de la materia en cuestión? ¿Cuánto hay que esperar todavía para que se les dedique a las lenguas la atención que merecen?

Es que al final, y he aquí el núcleo de nuestro disgusto, este maltrato de los idiomas se refleja y se nota también en las profesiones que con ellos están conectadas.

Fuente: noticias.terra.es, intereconomia.com, diariodeleon.es