La difusión de la palabra “escrache”, hasta hace poco una perfecta desconocida en España, nos ofrece la posibilidad de reflexionar sobre “la vida nómada” de las palabras. Miles de vocablos del castellano cruzaron el charco en distintas oleadas, pero a la vez otras muchas llegaron a España desde allá. No parece raro, por tanto, que un término como “escrache” nos haya llegado ahora de regreso a Europa después de dar unas cuantas vueltas por el mundo.
El DRAE recoge desde 2001 el verbo “escrachar”, pero no sus derivados americanos “escrache” y “escracho”. Además, en la definición de escrachar de la Real Academia no encontramos pistas que relacionen ese verbo con el uso reciente de “escrache” en los medios de comunicación españoles, que se refiere a las manifestaciones que se convocan frente al domicilio o el lugar de trabajo de personajes públicos para reprobar su comportamiento en determinados asuntos políticos o sociales.
¿De dónde ha salido entonces esta palabra? Hemos dicho que se trata de una palabra viajera: nuestro ruidoso “escrache” ha llegado ahora desde Argentina a España; y antes lo hizo desde Europa a América. Concretamente desde Italia. De ahí pasó al lunfardo, la jerga de las clases bajas bonaerenses; y del lunfardo, al español general de Argentina.
“Escrachar” tiene dos líneas de significado: una de ellas parte del inglés scrach (rasguño, arañazo) y la otra del lunfardo escrache (poner en evidencia o delatar públicamente a alguien). La línea de “escrache” que nos concierne en la actualidad tiene que ver con el segundo significado. El Diccionario del habla de los argentinos de la Academia Argentina de Letras ofrece el sentido que buscamos: “Escrache: denuncia popular en contra de personas acusadas de violaciones a los derechos humanos o de corrupción, que se realiza mediante actos tales como sentadas, cánticos o pintadas, frente a su domicilio particular o en lugares públicos”. El escrache se extendió en Argentina sobre todo a partir del año 2000, cuando los ciudadanos tomaron la calle para generalizar su protesta contra los políticos.
Esta palabra lo tiene todo para triunfar entre nosotros. En primer lugar, porque su formación no repele a la morfología y la fonología del español. En segundo término, porque su connotación sonora evoca algo que sucede con estrépito (y tiene así un valor onomatopéyico). En tercera instancia, porque la palabra viene a designar un hecho nuevo, que no disponía de vocablo específico: las manifestaciones ruidosas ante las casas de políticos o personajes de transcendencia pública. Y finalmente, last but not least, porque está de moda y ha salido con fuerza en todas las direcciones.
Vemos así que las palabras se entrelazan, se enriquecen y cambian de país, ya que pertenecen a un sistema en perpetuo movimiento, el idioma. Analizar su recorrido y evolución tiene algo fascinante, porque no se trata sólo de una cuestión lingüística, sino de conocer también la historia de las personas que la han empleado.

Fuentes y enlaces relacionados:

fundeu.es/recomendacion/escrache-y-escrachar-terminos-adecuados/

fundeu.es/noticia/escrache-de-ida-y-vuelta/

elpais.com/elpais/2013/04/05/opinion