Hemos repetido en muchísimas ocasiones que los idiomas son algo vivo y en constante transformación. Un claro ejemplo de todo esto es el espanglish, cuya definición ya ha sido incluida en el DRAE: “modalidad del habla de algunos grupos hispanos de los Estados Unidos, en la que se mezclan, deformándolos, elementos léxicos y gramaticales del español y del inglés”.

Este idioma híbrido no es de uso oficial, por lo menos de momento, sino de uso coloquial.

El Dictionary of American Regional English recogía en 1972 los primeros ejemplos de este habla. La mayoría de los autores consideran que fue en realidad en los años sesenta cuando en los barrios hispanos de Miami, Nueva York y Los Ángeles se produjo la explosión del «mock», antecedente del espanglish y que, por filtración, luego se fue extendiendo por las ciudades.

No todos están de acuerdo sobre el uso del espanglish, de hecho la última polémica apareció hace un par de semanas en elnuevoherald.com, que publicó la opinión de Gerardo Piña Rosales, director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y correspondiente de la Real Academia Española.

Les proponemos algunos pasajes:

«Hay en los Estados Unidos quienes consideran que el futuro del español en este país está en el espanglish, […] Entre esos espanglichistas de pro destaca un profesor -de cuyo nombre no quiero acordarme- que ha hecho de este asunto su caballo de batalla. […]

Este sesudo catedrático -que, por cierto, y aquí entre nosotros, parla y escribe un español impecable-, más versado en literatura que en lingüística, piensa que no solo es imperdonable menospreciar el espanglish (él escribe Spanglish) sino que hay que defenderlo y, sobre todo, difundirlo.

A mí, que estoy muy lejos de menospreciar ni el espanglish ni nada, pero que ni lo defiendo ni se me pasa por el magín ponerme a difundirlo, este señor me tilda de elitista.

No sabía yo que ahora se le llamara elitista a quien lo único que desea es que los hispanounidenses (no sé si a él le gustará el recién acuñado palabro) hablen un español correcto, sujeto a las normas de lo que consideramos una lengua culta. ¡A lo mejor hasta me acusa de imperialista! […]

En la ANLE (Academia Norteamericana de la Lengua Española) -donde trabajan (con denuedo y sin remuneración alguna) dos comisiones sobre el español en/de Estados Unidos- aspiramos a que los hispanounidenses hablen y escriban un español estándar, universal; y, huelga decir, un inglés esmerado, pues, nos guste o no, esta es la lengua dominante en estos predios del Tío Sam.»

Fuentes: es.wikipedia.org, elnuevoherald.com, rae.es/drae/