Hace unos días apareció en elperiodico.com una noticia curiosa:
«Hoji Takahashi, jubilado japonés de 71 años, ha reclamado una indemnización a la televisión pública nipona NHK por provocarle “angustia emocional” ante el uso excesivo de palabras extranjeras en sus programas, lo que le impide entender contenidos.
El jubilado es el líder de un grupo llamado Nihongo wo Taisetsunisuru Kai (Asociación sobre la Importancia del Uso del Japonés). En el requerimiento presentado, Takahashi considera que la cadena NHK usa frecuentemente vocablos no japoneses en sus programas, lo que provoca que los espectadores de más edad, que no estudiaron otros idiomas en el colegio, sean incapaces de comprender su significado. “Intenté contactar con la NHK por este motivo, pero no hubo respuesta, así que decidí llevar esto a los tribunales. Quiero que la cadena tenga en cuenta que existen televidentes mayores como yo a la hora de preparar sus programas”, ha explicado Takahashi. El hombre admite que este fenómeno no es solo exclusivo de esta cadena, pero que dada la amplia cobertura y carácter público de la NHK, ha querido lanzarle “una advertencia” sobre el aumento del “menosprecio” hacia los telespectadores nipones.»
Si nos quedamos en el titular de la noticia, el Sr. Takahashi podría parecer un jubilado aburrido en busca de fama o un exaltado purista de la lengua; pero si analizamos sus comentarios con más detenimiento, no podemos no estar de acuerdo con la idea de fondo. El lenguaje debería ser un instrumento que aclara y une; si de repente se convierte en un elemento discriminatorio significa que se está haciendo algo mal. Ya lo hemos comentado en otras ocasiones: bienvenidos sean los extranjerismos si nuestro idioma no posee las palabras necesarias para describir determinadas cosas, pero en general deberíamos anteponer la búsqueda de la uniformidad de nuestra lengua a ciertas “modas lingüísticas”.
Fuente: elperiodico.com