Casi todos los traductores alguna vez nos hemos encontrado en la situación en que alguien de fuera de nuestro ámbito laboral (porque si pasa en el ambiente profesional, “Houston, tenemos un problema”…) nos ha preguntado la traducción de una palabra/frase y nosotros no hemos sabido contestar. El comentario de nuestro interlocutor ha sido entonces: “¿Pero tú no sabías inglés?” (He puesto inglés, pero podría sustituirlo por cualquier otro idioma). ¿Nuestra reacción? Una mezcla entre orgullo herido y enfado profundo, debido a los tópicos tan arraigados en relación al conocimiento de las lenguas.

La mayoría de las personas está convencida de que por haber estudiado un idioma y trabajar con él, somos una especie de diccionario viviente, un traductor simultáneo de términos pertenecientes a cualquier disciplina. Lamentablemente no es así, ¡más nos gustaría a nosotros! No estaríamos horas y horas agarrados a una silla y a un ratón buscando la mejor equivalencia para una palabra.

Vamos a intentar aclarar este tópico: los idiomas requieren una atención y un “cariño” constantes; para poder garantizar un buen nivel de calidad en nuestra profesión, es preciso mantener y actualizar nuestra formación de manera continua. Resulta prácticamente imposible dominar un idioma al cien por cien (ni siquiera la propia lengua nativa); no se trata de falta de ganas ni de carencias a nivel intelectual, la cuestión es que una lengua es algo tan extenso, los temas a tratar tantos y su evolución absolutamente constante, que es muy difícil conseguir abarcar todas las áreas del saber a nivel lingüístico. Por eso los traductores necesitamos y utilizamos diccionarios, glosarios y otros recursos relativos al tema sobre el que trata el texto a traducir. Y es por esta misma razón que solemos especializarnos en determinados campos, porque no es lo mismo un texto de ingeniería electrónica que una novela policíaca o el folleto comercial de un vino.

Para concluir con una imagen, podemos decir que el traductor no es algo estático, como un almacén de palabras y frases, sino que es un ser muy dinámico y ágil, una especie de malabarista que sabe moverse por ese almacén y emplear otras muchas herramientas para buscar las mejores formas de expresar los conceptos en otro idioma.