La labor de traducir una obra literaria en sus distintos formatos, ya sea novela, cuento, poesía, obras de teatro…, se considera en sí un trabajo de carácter literario. Además de dominar dos idiomas, es necesario que el traductor sepa trasladar la esencia de lo que desea transmitir el autor, con un lenguaje apropiado y que respete su estilo. Su complejidad es considerable y no es tan sencillo como pudiera pensarse, pues es de vital importancia mantener el sentido artístico y creador innato propio del escritor original.

Qué conocimiento se deben tener

La traducción literaria implica tener un conocimiento lingüístico muy amplio pues los idiomas están repletos de construcciones singulares que forman parte de una cultura y cuyos dobles significados pueden provocar que una expresión posea un sentido u otro. Algo que a veces es difícil de interpretar.

La complejidad que encierran los géneros y las figuras literarias es un reto al que se deben enfrentar estos traductores. El escritor muchas veces utiliza frases con significados retóricos, busca la rima o el ritmo de las construcciones gramaticales, y trata de evocar sentimientos. Es por ello que todos estos elementos han de estar muy presentes al desarrollar esta clase de traducciones.

En la literatura aparecen reflejados los múltiples matices culturales que rodean un pueblo y que se trasladan al lenguaje. En la mayoría de las ocasiones se trata de elementos que no son fijos, sino que se someten a múltiples variables. Por ello, estos traductores han de poseer unos conocimientos amplios en este sentido.

Se trata por tanto de un proceso laborioso en el que es necesario que el traductor encuentre las equivalencias precisas entre lo que pretende transmitir el autor, y lo que desde su objetividad debe intentar hacer llegar a lector.

La reinterpretación

Durante este camino, van a aparecer muchas dudas que tienen que encontrar una respuesta en el conocimiento cultural y lingüístico previo que posea el traductor. El texto de más calidad dependerá de estas cualidades del traductor, que ha de ser por tanto una persona formada en este sentido.

A su vez siempre se puede recurrir a las fuentes de consulta externa que provienen de diccionarios, enciclopedias, documentos históricos…

Otro aspecto crucial en este tipo de traducciones es el conocimiento del escritor y su obra. Si es la primera vez que el profesional se encarga de traducir al autor, tendrá que hacer una labor exhaustiva de investigación del mismo. Será pertinente que además se lea alguna obra publicada anteriormente.

En cierto modo, lo que ha de hacer un profesional en estas traducciones es conocer las singularidades del creador del escrito literario y ponerse en su piel, con la intención de saber cómo transmitir de la forma más fiel al original la idea o el sentimiento inicial.

Aquí la traducción literal no tiene cabida, como acontece en otros tipos como puede ser una traducción jurada. Se trata de reinterpretar, logrando una coherencia y cohesión que den sentido al texto y que se materialice en una adaptación perfecta.

Estos traductores se han de enfrentar a retos importantes cada vez que encaran un encargo de estas características. Sin embargo, este es un rasgo que los identifica, así como sus cualidades creativas, que permiten conferir a las creaciones literarias el estilo que forma parte de esta clase de textos.

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